domingo, 22 de febrero de 2009

Carta abierta

Yo no soy especialista en tartamudez ... soy un modesto aprendiz de todo lo que me ocurre cuando hablo ... No propongo ningún método de cura ... sino que invito a transitar un largo camino: el camino de la aceptación de la tartamudez.
No hablamos mal ... simplemente somos tartamudos ... y ya bastante nos discriminan los de afuera ... por eso invito a que nosotros cuanto menos ... tratemos de aceptar y conocer lo que nos pasa ... La mía es una posición personal y política ... Soy consciente de que no es fácil aceptarse ... pero tampoco es imposible ... Y es falso que el que se acepta se aleja de la cura ... ya que si aún no se descubrió una cura general que nos incluya a todos nosotros ... ¿de qué cura nos alejaríamos buscando aceptarnos como tartamudos?
He pasado muchos años (sobre todo los de la adolescencia) haciéndome mucho problema por la tartamudez ... y dejando que la misma invada casi todos los aspectos de mi vida ... He llorado ... me he deprimido ... he insultado a mi padre en su propia cara diciéndole que yo era tartamudo por su culpa... He soportado bromas pesadas de compañeros, extraños, amigos ... Me he querido morir cuando alguna chica que me gustaba me miraba los labios de manera rara cuando no me salía una palabra ... He sentido que me invadía un inmenso terror en medio de clases en las que yo debía exponer alguna cosa ... He sufrido horrores el tener que presentarme ante mucha gente y tartamudear mi propio nombre ... No podía soportar escuchar la palabra tartamudo ... ni toleraba hablar con nadie de lo que me pasaba ... me daba horror ... bronca y vergüenza.
En un principio pensé que la tartamudez era algo psicológico ... luego comprobé que la tartamudez trae problemas psicológicos pero ella misma no es solo eso sino que tiene otros componentes biológicos y sociales.
Siempre fantaseé con la idea de que de un día para el otro no tartamudearía más ... Tuve sueños inolvidables en los cuáles yo hablaba sin esfuerzo y me sentía un Dios ... Se me había puesto en la cabeza que si yo no tartamudearía casi todas las cosas de mi vida serían mucho más fáciles y llevaderas. Con los años me di cuenta que ese razonamiento es falso ... y además incomprobable.
A los 25 años comencé una terapia psicológica ... con los años advertí que la tartamudez (al menos en mi caso personal) yo la utilizaba para victimizarme frente a muchos otros problemas (principalmente problemasfamiliares con mis padres y hermanos) ... y eso me fue llevando poco a poco a ubicar a la tartamudez en el lugar que le coresponde ... es decir ...como una característica más de mi persona ... que no es producto de mis problemas familiares ... y que tampoco me impide ser feliz y realizarse personalmente ... Fue muy aliviante saber que lo importante es lo que yo diga y sienta ... al margen de cómo pueda decirlo ante determinadas circunstancias ... Aunque cueste o dé vergüenza ... es preferible decir lo que uno siente aunque salga medio trabado ... qué no decir nada o tratar de decir otra cosa parecida sin tartamudear.
Desde siempre he sido una persona muy animada ... muy conversador ... muy curioso ... Utilicé esos recursos para conocer la tartamudez y poder empezar a decir en público "Yo soy tartamudo" ... Luego conocí un foro llamado Ttm-l ... leí miles de anécdotas sobre la tartamudez y me sorprendí de saber que había muchas otras personas que tenían padecimientos muy similares a los míos ... Descubrí la obra de un genio ... un hombre genial llamado Van Riper ... y conocí a estudiosos de la tartamudez que son compañeros a los cuáles leerlos es aprender una y otra vez.
Hace cosa de 4 o 5 años comenzó a importarme bastante poco ser tartamudo ...quiero decir que sería fantástico no tartamudear nunca más ... pero eso es bastante improbable ... entonces advertí que aceptándome y luego aceptando ante los demás que yo soy tartamudo ... los fantasmas pierden bastante efecto ... y las cosas se me hacen más descansadas ... ya que no utilizo demasiada fuerza en ocultarlo.
Desesperarse buscando la cura milagrosa puede llevar a una mejoría ... ¡pero CUIDADO! ... porque también te puede llevar a sentirte mucho peor si dicha mejoría no se produce ... dado que cómo aún no hay un método que permita que todos o la gran mayoría nos curemos ... los métodos que andan dando vueltas no necesariamente sirven para todos ... ni producen mejoras en todos los casos.
Es natural que una persona ofrezca con el corazón la receta que le hizo bien a ella misma y la quiera socializar para amenguar el dolor ajeno ... pero ya somos todos grandes y debemos tener la sapiencia y la responsabilidad de saber que al no haber "un método que sirva para todos" lo que es bueno para mí ... no necesariamente lo será para los otros.
De todas maneras creo que cada uno debe buscar y desandar su propio camino... La vida puede ir bien ... puede ir mal ... porque somos seres humanos y tenemos altibajos emotivos, económicos y sentimentales ... pero la tartamudez no tiene porque ser la culpable o la responsable de todo ello ... Al parecer la regla general parece estar en no esconderse y tratar de aceptar lo que nos pasa. Y para ello nada mejor que tratar de aprender qué es la tartamudez y cómo la viven quiénes también la padecen.
Si la tartamudez tiñe hasta el último de tus pensamientos y se transforma en un callejón sin salida ... del cuál uno solo añora salir desesperadamente... yo considero que hay que buscar ayuda inmediatamente ... Pero no para curarse de la tartamudez ... sino para conocerla ... investigarla ... y para ver por qué curioso mecanismo nosotros dejamos que la tartamudez empañe y complique toda nuestra existencia ... Uno mismo es mucho más que una persona que tartamudea ... La vida es grande ... inmensa ... hermosa ... y es un milagro el poder estar vivo y gozar de buena salud ... Es un milagro el amor ... que la gente se guste ... se sientan identificados unos con otros ... Y hay que cultivar el alma ... engrandecer el espíritu ... y templar los nervios ... para poder decir públicamente y sin ruborizarse ... Y sí ... yo soy tartamudo ... pero no por ello me voy a perder esta oportunidad única de vivir ... de conocer gente ... lugares ... de amar ... de dar a los otros ... y de que los otros comprendan mis sufrimientos y sepan lo que me pasa a mí ... y puedan darme el tiempo que yo necesito para decir esa palabrita que no me sale o para atender el teléfono.
Por supuesto que siempre habrá algún imbécil que se ría ... que se mofe ... que no quiera entender y se burle de vos ... Pero eso no te pasa por ser tartamudo ... créeme ... lo mismo ocurre con los gordos ... con los de baja estatura ... con los narigones ... con los bizcos ... con los sordos ... con los mancos ... con los que cojean al caminar ... Y también con gente que no tiene problemas físicos sino de otro tipo: son muy celosos ... son muy obsesivos ... son tercos ... son muy habladores ... son haraganes ... y muchas veces se transforman en el centro de las burlas ajenas ... Ocurre que cuando uno ubica la tartamudez por encima de todas las cosas ... cualquier broma o cualquier comentario destruyen el alma y el autoestima ... No se trata de alejarse de vínculos sociales ... sino de ubicar a la tartamudez en el lugar que le corresponde y no preocuparse demasiado por lo que digan los demás.
Esto es lo que ahora se me ocurre y puedo decirte con el corazón ... y en base a mi experiencia personal ... Soy a veces poco tartamudo ... a veces más ... depende del día ... la persona que tengo enfrente ... mi estado de ánimo ... y a veces quién sabe por qué ... Lo cierto es que cada vez lamento menos lo que me pasa ... quiero decir ... me preocupo menos y trato de ocuparme más ...
Compañeros ... estoy a su disposición ... reciban un fuerte abrazo!!!!

Carta abierta a una madre

Señora mamá:

La veo muy preocupada por su hijo y quisiera verla feliz. A ver si puedo ayudarla al menos contándole mi experiencia.

No creo que los tartamudos tengamos una relación diferente al resto de las personas con respecto a nuestra mamá; pero lo cierto es que, dejando el mundo de las generalizaciones, cada ser humano es único y, por ende, cada uno de nosotros tiene una relación particular con su madre.

Voy por ello brevemente a contarle que, cuando niño, mamá Silvia se sentía culpable de mi tartamudez. Yo le narraba alguna escena escolar en la cual me había sentido mal o angustiado y ella me abrazaba y lloraba junto conmigo. Siempre me turbó esta situación, siempre me costó entender el por qué de este llanto materno; pero lo cierto es que no me desagradaba que así suceda, más bien lo contrario; me gustaban sus abrazos, sus besos y, dado que en situaciones felices me avergonzaba y me turbaba mucho más reconocer y aceptar sin sonrojarme besos y abrazos, poco a poco esto se convirtió en una forma de lograrlos sin ruborizarme.

Quizás por ello, ante cualquier problema escolar o peleas con mis amigos de infancia, quiero decir problemas de niño, por ende grandes problemas (yo creo - al revés de como se suele pensar - que los niños tienen mayores problemas que los adultos, sin ir más lejos no pueden valerse por sí solos hasta cierta edad, lo cual ya es un serio problema), yo había advertido que culpar a la tartamudez era un buen anzuelo para lograr el cariño y los besos y la absoluta atención de mamá para conmigo. Ampararme en la enorme desgracia de mi tartamudez, que mejor situación para abrazar a esa bella mujer que era mamá sin tener el menor de los temores. Cualquier humillación, cualquier derrota en los juegos infantiles, cualquier situación en la que yo advertía que superaban o anulaban mis fuerzas era inmediatamente pegada a mi tartamudez y revelaba mi amargura cegando todo lo demás.

"De niños - ante determinadas circunstancias – nos suele ser bastante sencillo engañar a los padres". En ese sentido mamá siempre me fue funcional, ella se sentía culpable, "yo te he hecho así hijo mío, perdóname" me repetía mientras se limpiaba algunas lágrimas con un pañuelo y mojaba mi carita de niño con otras aún más amargas y verdaderas.

Con el tiempo mamá Silvia fue ocupando lugares que me correspondían a mí y, para utilizar una metáfora, podría decirles que mamá era la encargada de decir lo que yo no podía por mis propios medios. Quedé entonces pegado a mamá, a esa mujer hermosa y todopoderosa; y ello no mejoró ni empeoró mi tartamudez, pero complicó otras cuestiones, sobre todo a medida que fui creciendo , y en el ámbito laboral, universitario o de recreación, yo buscaba un trato preferencial y distintivo por micondición de tartamudo y no lo lograba. Esa "pegatina" me trajo a la larga muchas confusiones y muchas amargas lamentaciones, más amargas aún que la propia tartamudez.

La paradoja de mi tartamudez fue que por muchos años preferí ocultarla en aquellos lugares que no estaba mamá, pero al mismo tiempo busqué un trato preferencial por dicho padecimiento, y no siempre ello es posible, ni siquiera sé si es aconsejable.

Señora Mamá, ojalá su hijo se cure. Sepa que usted no tiene responsabilidad de lo que a él le sucede, pero sepa que sí tiene la responsabilidad de ayudarlo a mejorar. Si los tratamientos son o no son efectivos no es culpa suya, indudablemente usted está haciendo lo mejor. Sea feliz señora, es lo mejor que puede hacer por él. Nada como recordar padres felices, esa es la mejor herencia que le puede dejar.

Lo innombrable

“ ... Era una tarde como todas las que recuerdo de aquellos días.
Vislumbro ... el gris indefinible de cierta calle empedrada. Las pequeñas piedras de contornos gastados señalando un camino desparejo, hacia donde se alzaban las baldosas blancas y azules de una vereda inconfundible.
Todavía conservo la tibia alegría de un sol interminable, el verano coloreando el frente de la casita baja y modesta, el resplandor sobre una puerta de chapa color blanca que aguardaba satisfecha en el umbral de mármol negro.
Hacia adentro ... la oscuridad de un pasillo, la frescura del patio, el hábito inmediato de mirar hacia la pieza contigua y desolada.
Un pequeño trencito merodeaba alegremente los rincones del patio, inaugurando el silencio de una ausencia temprana, irreparable y definitiva.
Lejanas y solitarias estaciones de mi infancia aún me acompañan desde aquellos días ... y todavía hoy anuncian la marca indeleble de un temor innombrable.
He dicho que era una tarde como todas las que recuerdo de mi infancia. Pero creo descubrir en los recovecos de mi memoria que el tiempo o quizás el olvido han disuelto mis tardes en esa sola ... y la imagino soleada, infinita y definitiva.
Asombrado por el misterio (un descuido de quién sabe quién o a lo mejor un capricho del azar) ... de aquella silenciosa tarde que me sorprendió simplemente solo y parado inexplicablemente en la vedada vereda de enfrente de la que debió ser mi casa. Me adivino callado e impaciente, con el alma todavía desnuda y la piadosa inocencia de mis cuatro años.
Aún me veo esperando ... con la creciente inquietud del nene que no tiene permiso para cruzar la calle solo ... pero por encima de todas las cosas, sintiendo un repentino temor por la necesidad de hablar, estrangulando el aliento, ocultándome detrás de la nada, para no dejar al descubierto la humillante vergüenza que presentarían mis labios al tener que pedir a quienes pasaban a mi lado ayuda para cruzar.
Me veo pensativo, solitario y silencioso ... disimulando la angustia que me producía el quedarme mudo y estancado ... saboreando expectante la proximidad del empedrado gris que ya no existe, la inconfundible vereda de mis primeros pasos, la delgada puerta de chapa color blanca que se iba cerrando lenta y definitivamente, y detrás de la cuál, según me cuentan, todos, todos (aún el que ya no estaba) me aguardaban.
La tarde disolvía su último resplandor, ensayando sus colores más tenues ... en mi cuadra se anunciaba la presencia de un crepúsculo casi melancólico, que caería vencido sobre la vereda sin nombre.
Y finalmente ... no pude ir al encuentro de los que estaban enfrente ... en la vereda sin nombre me quedé temeroso y angustiado ... con la palpitante impotencia del que cree que no puede hacerse valer ... con la enorme humillación del que por incapacidad prefiere quedarse solo y callado ... y de verdad ... juro que de verdad ... aquella vez hubiese dado cualquier cosa con tal de que nadie ... nadie más en el mundo supiese que había algo en mí que me humillaba.
De repente alguien se acercaba a mi lado y sin detenerse ni preguntarme nada seguía su rumbo mansamente ... y luego se acercaba otro y después otro ... entonces yo colmado de vergüenza los miraba sin mirarlos ... y con el corazón retumbando ensayaba mover los labios despacito como si lo hiciese por primera vez ... pero al final no decía nada.
Sentía que la boca se me hacia cruel ...
Sentí la marca indeleble de un temor innombrable ...”.